viernes, 23 de mayo de 2008

La Hojarasca


Autor: Gabriel García Marquéz
Editorial: DeBolsillo
Encuadernación: Tapa blanda bolsillo
Colección: Contemporánea



Las personas son círculos de distintos tamaños con interesecciones en común.

En realidad, no sé por qué digo esto pero es la imagen que vino a mi mente cuando hace un par de semanas acabé de leerme "La Hojarasca". Francamente, en aquel momento estaba demasiado conmocionado como para escribir una reseña así que decidí esperar un tiempo antes de lanzarme a ello. Y aunque los días han pasado, debo confesar que sigue en mi mente esa imagen de los círculos superpuestos, surgida al comienzo de la novela y que más tarde explicaré.

Antes de nada y para situar a quien no la haya leído y quiera estar un poco al tanto de la historia, decir que fue publicada en 1954 y, según los entendidos, posee fuertes influencias del americano William Faulkner (máximo exponente del realismo mágico y asignatura pendiente en mi caso, ya que quienes lo han leído me reclaman con entusiasmo que me ponga a ello). Pero eso ya llegará. De momento, viajemos a Macondo, que más tarde será escenario de otros libros de García Márquez y que es usado en ésta novela como enclave para situar la historia que comienza como otras del autor: con una muerte en el presente para saltar luego al pasado, entremezclando duranta las páginas ambos tiempos. Del argumento decir que quien ha muerto es viejo médico, al que los vecinos quieren dejar insepulto. Todos menos el coronel de la aldea, que acude a casa del muerto el mismo día en que éste fallece, con la intención de enterrarlo a pesar de la opinión del pueblo. El problema es que el coronel no acude sólo sino que arrastra con él a su hija, quien a su vez lleva su hijo pequeño (es por esto que vino a mi cabeza lo de los círculos y la idea de que de un modo u otro siempre condicionamos a los demás con nuestros comportamientos).

Decir cómo acaba la novela carece de importancia porque la forma narrativa tiene valor en sí misma, más allá de lo que se cuenta. Sin duda, ésta es una historia recomendable para los que quieran viajar a Macondo después de que una empresa bananera haya pasado, como la hojarasca, y haya trasnformado el pueblo para siempre.

lunes, 5 de mayo de 2008

Chesil Beach


Autor: Ian McEwan
Traducción: Jaime Zulaika
Editorial: Anagrama
Número de páginas: 192
ISBN 978-84-339-7470-9


Es el primer libro que leo de Ian McEwan, no soy, pues, de esas personas que ya venían impresionadas por la novela (y película) anterior, “Expiación” y por lo tanto puede decirse que llegué “virgen” a este ultimo lienzo trazado por el escritor británico.

He utilizado a propósito la palabra “virgen” porque ahora me sirve para hablar del libro. Digamos, para no estropear demasiado el argumento a un futuro lector, que cuenta, a través de la noche de bodas de la pareja protagonista (Florence y Edward), todo el sentir de una década, la de los años 60, enclavada en la encrucijada en la que se vio envuelta una provinciana y puritana Inglaterra, entre la recuperación de las secuelas de la segunda guerra mundial (años 50) y el despertar a la libertad moral que supusieron los 70.

Florence llega “virgen” al matrimonio con Edward, porque así lo exige la moralidad de la época, los tabues y las encorsetaciones morales a las que su pertenencia a la clase media-alta inglesa le imponen. Es la representación del pasado. Edward llega “virgen” al matrimonio porque ama a su novia y respeta su decisión de no “llegar más lejos”, pero él ansía la libertad de acción, la libertad de pensamiento, la libertad que está a punto de estallar en un próximo futuro. Edward pertenece a la franja más baja de la clase media. El enfrentamiento se produce tanto en el plano personal de ambos personajes como en el plano social de ambas clases.

Los dos quieren salir de sus respectivos mundos, pero mientras que en eso están de acuerdo, no lo van a estar en la forma de llevarlo a la práctica. Edward y Florence se casan, y van a pasar su noche de bodas en un hotel junto a Chesil Beach (como curiosidad, al final del libro el autor dice que el hotel no existe realmente). Y lo que sucede esa noche es la materia con que McEwan construye su libro. Y hasta aquí puedo contar.

A lo largo de las páginas Ian McEwan describe todo un pasado (de pesada carga) y construye un futuro (de anhelos), desentrañando toda la maraña de afectos que se forman en torno a la familia de cada uno de los protagonistas, entre ellos mismos, y de ellos, juntos y por separado, con el mundo que les ha tocado vivir. Toda la obra está presentada como un drama que podría ser verídico, que podría haberle ocurrido a cualquiera en aquellos años y que nos invita inexorablemente a realizar una profunda reflexión acerca de nuestro propio posicionamiento. ¿Entendemos a Florence o a Edward? ¿A los dos, o a ninguno?

En realidad lo que consigue inmediatamente nuestra adhesión es la crítica velada a una sociedad moralista, con un alto concepto de “clase”, encorsetada y vigilante estrema de todos los ambitos que deberían pertenecer a la intimidad.

Quien lea el libro puede pensar también que los personajes están llevados un tanto hacia el extremo de sus respectivos roles. Yo creo que Ian McEwan lo ha hecho a propósito para poder intercalar (y que destaque) las dosis necesarias de la historia anterior de los protagonistas, siempre en su momento adecuado: La situación mental de la madre de Edward y la complicidad de su padre; el autoritarismo extremo del padre de Florence y la indiferencia de su madre. Por cierto que en este tema, hay una cuestión que no me ha quedado muy clara, y es la referente a la relación entre Florence y su padre. Hay veces que se describe con demasiada liberalidad, como dejando intuir una relación casi incestuosa, pero en otras ocasiones se aparta completamente de esta idea, mostrando un perfil del padre más severo, más normativo. No entiendo muy bien que ha querido el autor expresar con esas menciones veladas a la relación de Florence con su padre. Tal vez tenga algo que ver su propia historia personal, la de McEwan, pues recientemente he leído que descubrió, hace muy poco tiempo, que tenía un hermano.

En fin, un libro que me ha encantado, que hace reflexionar, que resulta a veces claustrofóbico por la sensación de incomunicación que trasmiten los protagonistas y otras se muestra tierno en extremo por la forma tan cuidada con la que llevan ambos su relación. Que de excesivamente lento al principio (parece que puedes contar los segundos que transcurren entre una escena y otra) a increiblemente rápido al final, contando a vuelapluma todo el resto de sus vidas. Una muestra de habilidad narrativa, para mi, que me hará volver a encontrarme otra vez con este autor. Seguro.


(Opinión de AlmaLeonor)