lunes, 31 de marzo de 2008

Nocilla Dream


Autor: Agustín Fernández Mallo
Editorial: Candaya
Colección: Narrativa
Páginas: 216
Año edición: 2007

Hola, niños.

Acabo de terminar Nocilla Dream. Y os juro por todas las partículas elementales, por la Ley de la Gravitación Universal y por San Neutrino Bendito, que me ha parecido un coñazo infumable. Ni la guía telefónica de Astorga, vamos. Un ladrillo intergaláctico. Un zurullo cósmico. Una chapa cuántica digna de cualquier Rodolfo Chikilicuatre de las Letras disfrazado de intelectual. Los que han jaleado a este tío desde las publicaciones oficiales son los mismos que, desde el Marca, jalean a España en los mundiales. Hay que vender periódicos.

Es tremendo, me ha puesto de mala leche. Si hubiera un carné por puntos de las Letras a este tío le dejaban los muñones. Si Alaska inventó el sonido chochi, este tío ha inventado la novela chumina, o valga también la expresión realismo chumino (término utilizado en los Condados de Albacete, Cuenca y Ciudad Real), a medio camino entre el Haiku murciano, la estética de Don Pimpón, la cursilería de Espinete y la poesía de los Pecos. Cada página sólo es el aplazamiento de una promesa que nunca llega. Y digo que nunca llega porque cada página en sí no despierta la más mínima emoción en el lector. Ergo uno piensa: forzosamente lo mejor está por llegar. Aunque si levantas la cabeza de la lectura y lo piensas un poco, caes en la cuenta que la propia estructura de la novela no permitirá tal cosa. Lo peor, pues, es que cuando te faltan 50 páginas para el final ya sabes que te han tomado el pelo por completo, pero claro, te lo dejas tomar hasta el final. Como dirían los de Coca Cola, que en esto del marketing no tienen precio, el ser humano es extraordinario.

La parte que más me ha gustado de la novela(?) es la página 218, aunque también recuerdo con mucho cariño aquél día en que olvidé dónde la había puesto y no lograba encontrarla. El cerebro ha desarrollado sus propios mecanismos para la supervivencia. Pero volviendo al tema, esto ya lo intentó el escritor(??) Ray Loriga, pero mucho me temo que como él no era físico, no engañó a nadie. Si este tío no fuera físico, o el mundo literario tuviera menos complejos hacia las matemáticas, habría un truño menos orbitando la galaxia. Por mí se puede teletransportar al váter y tirar de la cadena. O descubrir una nueva teoría para desarrollar un potente acelerador de partículas y llegar antes a la, como diría AR, una m y lo que sigue.

Si yo fuera un filántropo recomendaría a los potenciales lectores/compradores que siempre se pueden hacer cosas más interesantes con 3 ó 4 horas de tiempo y 20 euros (incluso invertir las 3 horas en introducirse los 20 euros por el orto en modedas de 5 céntimos). Si lo fuera su editor, firmaría un poder notarial renunciando a publicar a este tío en el futuro, como Krusty en un capítulo de los Simpson en que aparecía un tal punchie o algo así.

Y para terminar, he oído algo sobre ¿Una trilogía?????!!!!! Dios Mío, ¿por qué me has abandonado? En cualquier caso, si no se te ocurre un título para tan prometedor proyecto, ahí va una sugerencia, "El Señor de los Ladrillos". En fin. Escribir es algo más. Pero eso, querido Agustín, tú ya lo sabes.

Besitos

Borja Mesa

sábado, 29 de marzo de 2008

Un mundo sin fin


Autor: Ken Follet
Editorial: Plaza y Janés
Páginas: 1184
Género: Novela histórica
Año edición: 2007


Dicen que las comparaciones son odiosas, pero con este libro es imposible no hacerlas, sobre todo porque Un Mundo Sin Fin es la segunda parte del Best-Seller Los Pilares de la Tierra, que lanzó a la fama a su escritor Kent Follet.

Este libro, al igual que su antecesor, se desarrolla en la ciudad de Kingsbridge, y continúa con una línea narrativa de fácil lectura, en que los diálogos toman casi todo el peso narrativo en la trama. La historia, sin embargo, guarda poca similitud con la primera y, bajo mi punto de vista, queda muy por debajo de ésta, ya que centra su atención en aspectos que recuerdan más a las novelas románticas que a la novela histórica en sí misma.

En lo que se refiere al argumento, hay que decir que todo se desarrolla en torno a cuatro protagonistas (Gwenda, Ralph, Merthin y Caris), que una noche de 1937 descubren en el bosque a un caballero, que tras matar a dos hombres, hace enterrar en el bosque un secreto a uno de los chicos. A partir de aquí, y con el transcurso del tiempo, los personajes secundarios irán adquiriendo cierta importancia en el desarrollo de la novela, narrada para plasmar el ambiente cotidiano de la época (que tiene la peste como telón de fondo). Aunque se refleja a la perfección la evolución de los personajes a lo largo de los años, y cuales son los objetivos y las metas de cada uno de ellos (mostrando las miserias, alegrías, injusticias, las ansias de poder, enfermedades, las odiosas reglas de la iglesia, etc.) tengo que decir que para mí, es una historia con giros demasiado bruscos e inesperados, lo que hace que sea fácil imaginarse el final del libro, al que, a mi parecer, le sobran demasiadas páginas.

(Opinión de vivisanter)

lunes, 17 de marzo de 2008

Un pequeño inconveniente


Autor: Marx Haddon
Editorial: Alfaguara
Colección: Literaturas
Publicación: Septiembre 2007
Páginas:
488


El principal problema de "Un pequeño inconveniente" reside en el reciente éxito de su escritor, que con “El curioso incidente del perro a medianoche” rompió, a mi juicio, muchos esquemas literarios con una magistral historia, llena de sensibilidad, sentido común y ternura. Por tanto, menospreciar "Un pequeño inconveniente" resulta fácil, sobre todo porque es un libro menor en cuanto originalidad y fuerza literaria, si bien cuenta a su favor con un magnífico desarrollo de los personajes: es fácil imaginarse qué hacen en cada momento o sentir cómo son sus vidas; porque, sin ser muy descriptivo, Haddon consigue que las escenas relata se impregnen de una cotidianidad extrema. Al fin y al cabo, deduzco que su intención no es más que esa: conducir al lector hacia un ambiente familiar en una casa londinense, donde vive, aparentemente feliz, el matrimonio Hall.

George, cabeza de familia y recién jubilado, descubre un día un pequeño bulto en su cuerpo, que lo alarma sobremanera aunque decide no comentarlo con su esposa Jean, que guarda también un secreto ya que está siendo infiel a su marido con uno de sus mejores amigos. Los hijos del matrimonio, Katie y Jamie, poseen también vidas corrientes y aparentemente monótonas, ya que ella está divorciada y a punto de casarse por segunda vez, mientras que él es un homosexual que no acaba de aceptarse.

Todo este cúmulo de personajes y sentimientos permiten a Haddon desarrollar la novela de un modo entrañable, aunque considero que no termina de engancharme del todo. El comienzo se hace difícil porque no terminas de hacerte con los personajes y el final, que obviamente no desvelo, puede resultar previsible ppara muchos. A mí, sinceramente, me resultó un pequeño inconveniente terminar de leerla aunque la idea inherente a la novela me parece buena.

martes, 11 de marzo de 2008

Los dientes de los Ángeles


Autor: Jonathan Carroll
Editorial: La Factoría de Ideas
Páginas: 318

Género: Novela
Año de edición: 2007




La novela comienza con tres historias diferentes. Ian, quien habla con la muerte en sueños y al no comprenderla irá pagando con su vida poco a poco. Wyatt, enfermo terminal con leucemia quien mientras espera su final habla con los muertos, y Arlen que es actriz pero abandona su carrera, se traslada a Viena donde conoce a un corresponsal de guerra, que será el hombre de su vida.

Aparentemente las historias trascurren separadas pero poco a poco el autor las va entrelazando con un punto en común: la muerte. No es una novela dramática ni lacrimógena, es bastante realista en cuanto a lo que pensamos sobre la muerte, sobre el miedo que tenemos a morir y la pregunta sobre qué hay después. La respuesta forma la parte fantástica de la novela, pero contada con una buena dosis de sarcasmo y con la habilidad de sorprendernos a cada paso. No se prevé el final, cuando crees saber lo que ocurrirá después la historia da un giro sorprendente. La novela está llena de estos giros pero el final deja con ganas de más. Los protagonistas creen haber vencido a la muerte, pero los ángeles, que también son protagonistas de esta historia, muerden y la muerte hace trampa.


(Agradecimientos a Edda por esta opinión)

lunes, 3 de marzo de 2008

Las partículas elementales


Autor: Michel Houellebecq
Editorial: Anagrama
Páginas: 320
Género: Novela
Año de edición:1998


Emprendemos la reseña de Las partículas elementales advirtiendo a los posibles lectores futuros que sus páginas pueden ocasionar una honda conmoción, acompañada de reflexiones incómodas que sin duda se prolongarán después de concluir su lectura.
Houellebecq nos enfrenta, sin tapujos, a la existencia decadente del hombre occidental y a las consecuencias de pertenecer a un sistema materialista en el que juventud y belleza se erigen como valores supremos, ignorando que vejez y decrepitud son condiciones inevitables de la naturaleza humana. El análisis de los cambios sociales ocurridos con la revolución sexual de los 60 desvela la actual función de la sexualidad, que se ha convertido en un potente índice jerarquizante —a la misma altura del dinero o tal vez por encima— en aquellas sociedades donde se ha alcanzado un bienestar económico general. La sexualidad entendida como vía de individuación, como culminación física del placer individual, sublima el egoísmo humano y ayuda a lubricar la maquinaria capitalista, donde se justifica, en última instancia, su éxito; de esta manera, aleja al hombre de principios como la solidaridad, la amistad y, sobre todo, el amor, que son, contradictoriamente, los únicos instrumentos capaces de proveer al hombre de la felicidad. La disolución de la familia —como célula social en que dichos principios cristalizan con mayor fecundidad— a costa de alcanzar la libertad individual no ha traído esa ansiada felicidad, sino que ha aumentado nuestro aislamiento, ya que los valores imperantes de diferenciación materialista, competitividad y hedonismo ególatra que han contribuido a esta disolución no pueden producir otro resultado. Esta parece al menos la apuesta de Houellebecq, aunque se decanta más por la descripción de las causas y los males que por la propuesta abierta y contundente de una alternativa o una solución.
En la novela, esta teoría sociológica se desarrolla al tiempo que se nos narra, con una prosa austera y directa, la biografía de Michel y Bruno, hermanastros de opuesta personalidad y destino paralelo, que comparten su situación de desarraigados: el primero, Michel, científico prestigioso, incapaz establecer lazos emocionales con sus semejantes; el segundo, Bruno, profesor de literatura frustrado por sus carencias sexuales.
Parece lógico, después de leer esta argumentación, que muchos consideren a Houellebecq un poco reaccionario, especialmente si le sumamos otras acusaciones, como la misoginia. No es un escritor políticamente correcto: su islamofobia es palpable. Es razonable también que se le tache de nihilista, consecuencia natural de prodigar los vicios y zonas oscuras del comportamiento humano sin vislumbre de esperanza, al menos de una forma realista: el final de la novela, a pesar de ser ambiguo —es el propio hombre o son los condicionamientos externos el origen de su mezquindad—, provoca un sentimiento descorazonador al contextualizarse en un marco de utopía amparada por futuribles avances científicos. Pero la literatura no obliga al lector a comulgar con todos los matices del ideario del autor, y sí encarna, muchas veces, el desafío constructivo de lo establecido en nuestros esquemas mentales, y esta es una de las grandes fuerzas que garantizan su supervivencia y la de las demás artes.

(Opinión de Imaginaria)