miércoles, 9 de enero de 2013

Una mujer sin importancia.

Escritor: Oscar Wilde, 1893.

Primera vez que leo a Oscar Wilde. Y probablemente no será la última porque su obra me ha llevado a la reflexión, con frases muy acertadas (de esas que a uno le gusta subrayar para guardar nota) y con un reparto bastante coral de personajes distintos, que enriquecen la representación con sus pensamientos sobre el mundo y la vida.

La obra teatral fue escrita en 1893 y, aunque no creo que sea lo más representativo de Wilde, diría que es de lo que más me ha gustado en el géenro. La acción transcurre en una campiña inglesa, propiedad de Lady Hunstanton, donde se dan cabida varias mujeres y hombres que conversan (de forma distendida y banal) sobre el papel de la mujer, la sumisión, la relación de pareja y la obediencia. La acción va transcurriendo con idas y venidas de personajes en la escena, hasta que aparece en la obra el personaje de Lord Illingworth, un apuesto viva-la-vida prepotente (al menos a mí me lo parece) que es admirado por todas las mujeres de la casa por su carácter despreocupado. Entre las conversacioens que se cruzan en la casa, nos enteramos que el Lord que ha ofrecido al joven Gerald Arbuthnot el papel de secretario personal. Gerald comunica su decisión de aceptar el cargo a su madre, Rachel, una mujer poco dada a reuniones que sin embargo a decidido aceptar la invitación de Lady Hunstanton y participa de la reunión hacia mediados de obra. Sin embargo, pronto sabremos que lo que lleva a Rachel a la casa de Lady Hunstanton no es la invitación de esta, sino la presencia de quien ha ofrecido un trabajo a su hijo, Lord Illingworth, a quien parece conocer de antes... 

A mí la obra me hizo reflexionar sobre el papel del pasado, del olvido, del perdón, de los distintos tipos de vida... No sé si porque me ha pillado en un momento personal muy relacionado con la temática o porque es realmente una buena obra, recomendaría esta obra de teatro a los amantes del género y a los no tan amantes, si bien estos últimos podrían perderse un poco al principio con la variedad de personajes que entran y salen de escena.